Esta es la segunda aportación al post #18 donde exponía algunas reflexiones sobre la crisis de este sector. En este caso los comentarios proceden de las trincheras del sector de la consultoría de servicios de ingeniería, desde un pequeño consulting de ámbito local. Es un nicho de trabajo que hace solo unas decenas de años era una salida profesional muy aceptable y prestigiada.
En mi opinión, ahora mismo las pequeñas ingenierías son víctimas de la revolución digital, que permite realizar trabajos a distancia, restando relevancia a la implantación territorial. Desde este ámbito profesional, este compañero propone algunas medidas para que lo que podemos llamar “ingeniería de proximidad” resulte más valorada.
Como siempre, obvio las comillas en la colaboración que transcribo:
Decadencia del prestigio y estatus de la profesión
¿En qué momento se jodió la noble profesión de Ingeniero? Es un atrevimiento por mi parte parafrasear a todo un Premio Nobel como Mario Vargas Llosa, pero el proceso de decadencia acelerada de esta profesión creo que lo justifica.
Los que peinan canas, y los que ya ni eso podemos hacer, recordamos tiempos en los que el prestigio social de la ingeniería y su status económico eran un acicate suficiente para sufrir un largo y doloroso proceso de preparación. Nos tocaba asimilar de forma acelerada todo el saber que se había ido acumulando durante los últimos cien años sobre elementos finitos, ecuaciones diferenciales, resistencia de materiales o mecánica de fluidos, entre otros áridos temas técnicos.
Ese saber se plasmaba en los cálculos realizados con lápiz y papel que servían para que los delineantes dibujaran los planos con los que se hicieron las infraestructuras que conocemos hoy.
Ahora todo ese saber forma parte de la base de datos y de aplicaciones comerciales, algunas gratuitas, que han sustituido las humildes páginas de los cálculos en papel por cientos de páginas con listados, gráficos y visualizaciones en 3D. Toda una parafernalia, imposible de verificar y de validar, que es asumida como veraz y que, aunque no añade calidad al trabajo que se hacía antes, forma parte ya de cualquier proyecto mínimamente importante.
Por ello no es extraño que el trabajo de ingeniería se haya ido depreciando. La percepción del cliente es que esos trabajos “se hacen con un clic” y, por lo tanto, no pueden costar decenas o cientos de miles de euros. Y la prueba que tiene el cliente de ello son las bajas que se presentan en las ofertas.
El precio justo de los servicios
Esa situación lleva a que las empresas de consultoría redacten proyectos low cost, realizados por becarios o ingenieros recién salidos de las Escuelas Técnicas, con sueldos cercanos al salario mínimo interprofesional. Y es que con esas ofertas a la baja no se pueden asumir los costes de ingenieros con experiencia, con los conocimientos que solo da una vida profesional de cierta entidad.
Los proyectos se valoran ahora, en muchos casos, al peso, asumiendo que cuantos más gráficos, más planos, más listados y más fotos tenga, son mejores. Lejos quedan los tiempos en los que lo realmente importante era el análisis técnico del problema y la definición de la mejor alternativa para conseguir los objetivos del proyecto.
Globalización y competencia
Por si lo anterior no fuera suficiente, otra de las razones por las que el trabajo de ingeniería se ha depreciado es la globalización y el aumento de la competencia en el mercado laboral. Con la creciente conectividad a nivel mundial, muchas empresas pueden contratar a ingenieros en países donde los salarios son más bajos. Esto ha llevado a un aumento de la competencia entre los ingenieros por un número limitado de puestos de trabajo, lo que ha reducido el valor y el prestigio del trabajo de ingeniería.
El futuro que viene con la Inteligencia Artificial
Y la situación empeora a marchas forzadas porque la Inteligencia Artificial (AI) ya está llamando a la puerta y va a reemplazar de forma completa a los ingenieros en algunas de sus tareas tradicionales. Los programas ya no necesitarán un técnico formado que introduzca los datos y las hipótesis de cálculo sabiendo lo que está haciendo.
Con la ayuda de la AI cualquier persona podrá realizar cálculos y tomar decisiones para las cuales no estará capacitado. Solo tendrá que responder a un cuestionario o elegir opciones de una lista. Al estar avaladas por todo el corpus técnico de la AI serán asumidas como válidas.
Una prueba de que lo que acabo de escribir es, desgraciadamente, una visión realista de la situación, es que este artículo lo he escrito apoyándome en las 337 palabras que generó para mi la AI que se esconde en la aplicación ChatGPT, recientemente abierta al uso público por la empresa OPENAI. Se trata de una respuesta a la pregunta que le hice: escríbeme una página sobre las razones por las que se ha depreciado tanto el trabajo de ingeniería en los últimos años. A esta aplicación se puede acceder en la siguiente página: https://chat.openai.com/chat.
Algunas aportaciones
No quiero finalizar mi aportación sin proponer algunas actuaciones que podrían mejorar a medio plazo la situación, aunque no está asegurada ni la posibilidad de su aplicación ni su posible eficacia. Todas ellas se refieren a la acción de la administración pública, principal cliente para muchas empresas de este sector.
Control de la disponibilidad real del personal ofertado
La administración debería controlar que las grandes consultoras, que disponen de auténticas “fábricas de ofertas”, copen el mercado justificándolo con la supuesta disponibilidad de los famosos equipos multidisciplinares. En realidad, una vez firmado el contrato, se convierten por arte de magia en un pelotón de becarios capitaneados por un ingeniero con escasa experiencia y supervisados en la sombra por los ingenieros senior, que se dejan ver en contadas ocasiones.
También debería potenciar una cierta simbiosis con consultoras de confianza de forma que disponga de un conocimiento real y directo de la experiencia de los técnicos que ofrecen en sus ofertas, valorándola y aprovechándola para definir los aspectos críticos de los proyectos, haciendo más difícil que se presenten empresas que “disparan a todo lo que se mueve” y adaptan sus bajas en función de su cartera de trabajo, no de los medios materiales y humanos que necesitan para desarrollarlo porque saben que lo importante es ganar el concurso al precio que sea. Después ya se verá cómo y quién hace el trabajo.
Contratación de proximidad
La administración debería aplicar el criterio, tan de moda en el sector alimentario, de “producto de kilómetro cero”. Se trataría de potenciar el empleo de técnicos próximos y accesibles, aunque en la oferta económica no sean los más baratos. Se obtendría una mayor agilidad de respuesta frente a situaciones imprevistas, algo que los responsables del contrato no valoran lo suficiente.
Mayor relevancia al contenido técnico que a la baja
La valoración de la oferta económica de las ofertas es desproporcionada y convierte algunos concursos en verdaderas subastas a la baja. Porcentajes 60/40 entre la valoración económica y la técnica son habituales. Si se estableciese un porcentaje 20/80, por ejemplo, se forzaría a los ofertantes a priorizar los aspectos técnicos frente a los económicos. No parece lógico que una diferencia de unos cientos de euros en una oferta implique descartar a una empresa que técnicamente resulta más adecuada.
Criterios sociales en los pliegos
Los criterios de valoración de los pliegos deberían adaptarse, por otra parte, al objetivo técnico del contrato más que a los objetivos sociales de naturaleza política: la inclusión de personas en riesgo de exclusión, la existencia de un Plan de Igualdad en la empresa, etc, son criterios loables y socialmente relevantes, pero que no aportan valor a la obra diseñada.
Se podría considerar incluir en los pliegos de las licitaciones el compromiso de que en un determinado porcentaje de las reuniones de seguimiento esté presente un ingeniero senior, o una valoración específica de las referencias de trabajos anteriores con la administración contratante. Las referencias de trabajos en países lejanos, en condiciones muy diferentes y por técnicos desconocidos, no pueden compararse en igualdad de condiciones con trabajos realizados por técnicos con los que se ha mantenido una relación de trabajo.
Valoración económica de los servicios de dirección de obra
Por último, se debería valorar adecuadamente el trabajo de la dirección de obra, no aplicando unos honorarios de referencia similares a los de redacción del proyecto, ya que es un trabajo que normalmente se desarrolla en un plazo mayor y requiere técnicos con experiencia real, no teórica, para resolver los problemas que se presentan en las obras. La realidad suele ser muy tozuda y no admite salidas en falso. Por suerte, en el trabajo de dirección de obra la Inteligencia Artificial no lo tiene tan fácil para sustituir a un técnico con experiencia, al menos hasta que no pueda ponerse unas botas y pisar barro.
Conclusión
A pesar de estos desafíos, creo que la ingeniería sigue siendo una profesión valiosa y esencial para el avance de la tecnología y de la sociedad en general, pero es evidente que su prestigio y la garantía de ser una forma noble de ganarse la vida, siguen en caída libre. Revertir esta tendencia o, al menos, retrasarla, está en manos de los ingenieros que nos dedicamos al ejercicio libre, de las empresas de consultoría y de las administraciones.